MAY-2016 Ética Empresarial

Ser ético es saber elegir nuestros problemas

 

Debo esta idea a una alumna del Executive MBA de UNIS Business School. Durante una de las sesiones del curso de Ética Empresarial, expresó su conclusión, más o menos con estas palabras: “Entonces me queda claro que ser ético consiste en saber elegir nuestros problemas”. No puedo estar más de acuerdo. Esa conclusión es correcta

Nuestra alumna se refería a un caso en el cual una directora de marketing tenía que decidir entre ganarse un bono por superar la meta de ventas o bien correr el riesgo de enfrentar demandas por daños al consumidor. La directora podía tomar medidas para corregir el grado de seguridad del producto, pero si lo hacía sus costos se incrementaría y perdería el inventario existente del producto.

De manera análoga, todo ejecutivo tiene que decidir en determinado momento entre la opción ética   y la no ética. Y no es fácil porque no siempre elegir  la opción ética conducirá a aplausos o premios. En realidad, frecuentemente, elegir una opción ética conduce a más trabajo e incluso a pérdidas. Pero es entonces cuando entra en juego esa conclusión expresada por nuestra alumna. Hay que elegir entre algunos problemas como buscar nuevos mercados para reemplazar los ingresos perdidos, tener que invertir tiempo y recursos para diseñar nuevas estrategias o productos, salir a vender con un nuevo paradigma; o por el otro lado, los problemas derivados de la pérdida de reputación, las demandas por omisión de lo debido y posible, más el cargo de conciencia, difícil de borrar, de saber que alguien resultó dañado como consecuencia de nuestra elección no ética.

El quicio de la ética está ahí: en la decisión personal, en el momento de presión. Esa decisión está influida por la disyuntiva entre corto plazo versus largo plazo y, más en el fondo, por el tipo de motivos para actuar de una persona, que pueden ser extrínsecos, intrínsecos y/o trascendentes. Esa mezcla de visiones y motivos para actuar conduce a una decisión más o menos ética, según el caso.

Lo que la sabiduría acumulada de siglos nos indica es que, en condiciones normales, quien elige reiterada- mente  con  un patrón  de motivación  extrínseca  y  de corto plazo, pone en riesgo la sostenibilidad de su reputación y de sus ingresos. Y por el lado contrario, quien tiene una visión de largo plazo e incorpora motivos trascendentes en su decisión, se convierte en una persona confiable, con buena reputación y con mayor estabilidad en sus ingresos.

Ninguno de los dos caminos está exento de problemas o complicaciones. Por eso decimos que ser ético no consiste en caminar siempre por el camino cubierto de pétalos de rosa en medio de aplausos y premios, sino en saber elegir el tipo de problemas que queremos afrontar. Ojalá elijamos problemas cuya resolución genera en nosotros mejores competencias de liderazgo y mejor reputación.

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